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   En lo alto de una colina, a 55  km de la capital Navarra, se encuentra el Castillo de Javier, cuna de una de una de las figuras más históricas de la ciudad, San Francisco de Javier. Podríamos considerar a este castillo una de las infraestructuras medievales, que a día de hoy permanecen en pie, más importantes de España. Los orígenes de este castillo se remontan a finales del siglo X, cuando se levantó una atalaya que posteriormente fue convertida en “torre de homenaje” y con el paso del tiempo se fueron construyendo más edificios y defensas debido a su ubicación estratégica entre los reinos de Aragón y Navarra.

 

   En torno al año 1223, un noble de Aragón dejó el castillo de Javier y otras propiedades, como garantía de un préstamo, que el monarca de aquella época, Sancho VII de Navarra, le había confiado a este. La no devolución de este préstamo al monarca, provocó que el castillo pasara directamente a manos del mismo, junto con otras muchas propiedades. Este monarca se atribuyó durante su reinado gran cantidad de propiedades, debido al gran número de préstamos que no fueron devueltos y la necesidad de reforzar su defensa en la frontera con Aragón.

 

   Tras la conquista de Navarra, el castillo y sus alrededores pertenecían a María de Azpilcueta. La familia de la propietaria defendía la independencia de Navarra, lo que provocó que el Cardenal Cisneros ordenara la demolición completa de dicho castillo en 1516. Se derribó gran parte del castillo, pasando el restante del mismo y otras propiedades a nombre de la Casa de Villahermosa. Ya en el siglo XIX, la mala situación del castillo y sus alrededores, provocaron un proceso de restauración, por parte de sus propietarios, la duquesa María del Carmen de Aragón-Azlor y su marido José Manuel de Goyeneche.

  

   En 1893, esta restauración se vio con un gran problema del que costó salir, debido al fallecimiento de uno de los condes, que dejó sin fondos a este proceso de restauración. Unas escrituras notariales promovidas por la Casa de Villahermosa resolvieron el problema, reconociendo a la duquesa de Villahermosa toda la herencia de su marido y así poder hacer frente a los problemas económicos a los que se enfrentaban. No solo restauraron lo que antes estaba en ruinas, sino que también construyeron una basílica en el interior del castillo, que a día de hoy permanece intacta, y varios edificios adjuntos al castillo con la finalidad de albergar allí a sacerdotes y miembros clericales del castillo.

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   A finales del siglo XX, el castillo y la basílica fueron donados por la duquesa de Villahermosa a la Compañía de Jesús, con la única condición de mantener estas propiedades tal cual fueron donadas y así permanecer en la historia de Navarra y en el resto de España. A día de hoy el castillo es visitado diariamente por millones de interesados por esta gran historia que ha marcado a nuestro país. Tal es la importancia del Castillo de Javier, que fue declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio histórico español en 1994.

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